viernes, marzo 18, 2005

TÓMAME

sun

De una vez, por fin
tómame, dulce dueña mía.
Tómame, sintiéndote plena,
tómame, sintiéndote reina.
Húndete con dulzura
en la plenitud de mis venas
y al recorrerme
transfórmate en crepúsculo
de espuma en mi sangre
ardiente,
que cada vez que te nombro
se torna oleaje bullente.
Abrázate a mis resplandores
que por ti son esplendores;
sumérgete en mis anhelos
para darme miel en los labios
y en la piel terciopelo;
desciéndeme… ¡como un torrente!
…acariciando…
cada rincón pequeño
de este amante que es mi cuerpo.
Y deslízate por mis pendientes
a mitad de camino, siempre,
entre la pasión y el sueño.
Házte a mi cuello enredadera
y aprésame en tu vientre estrecho,
con dulce torniquete
y aroma de mar embriagador,
—¡tan dulce y hermosa!—
y regálame la miel de tu seno
—¡dolorosamente bella!—
clávale puñales a mi pecho,
con dulces lamentos encendidos…
Y quédate en cada latido
o en cada confín de mi trecho,
como una fiesta
como una primavera.

Ven hasta mí y tómame, querida
porque tuyo soy,
te pertenezco… entero,
porque nací para ti
porque sin tu amor soy muerto.
Tómame entre mil silencios
cuando a nuestro cielo ruborice
la candidez exaltada
del ocaso más bello…
Tómame porque te amo,
tómame porque te siento.
Y házlo porque no quiero
otra piel contra mi piel
otro seno contra mi pecho.


Dame la paz que necesito
y arroja diamantes a mi deseo.


Adorméceme por siempre
angustias y presentimientos.


Y aleja al mal de mis sienes y
ahuyenta mis malos recuerdos.
Y sé para siempre si quieres
mi dulce dueña,
mi única señora,
aquella que mi vida llena
la única que mi corazón añora.
Ven y ténme,
arrulla y atesora,
y establece nuestra tregua
con cada instante pequeño
que el tirano rey tiempo
nos roba.

POETA (poema)

Soy un poeta hermético
de un tiempo a esta parte.
Vivo al día y de prosa
escribiendo, manu servi
en periódicos y revistas ajenos,
escribo, casi siempre lo que no creo
escribo, generalmente lo que no pienso
escribo, nunca lo que necesito o siento.
Poeta, garabateo aljamías en
este Siglo romo de alegorías
que llega, a su postrimería;
escribo, digo, casi siempre
sumergido entre la porquería
y vago en silencio meditando
(cada día)
tras la huella de la inspiración
que silenciosa escapa y evade.
Pero al final (siempre)
nada encuentro, nada hago.
Es decir: nada escribo.
Cuando escribir escribo,
anáfora es mi verso porque
anfibologías adolece mi ideología
¡será este mundo perverso!
¿será perversa esta alma mía?
Dijérase que algo ha muerto
o que una fuente se ha secado
mientras persevero
en el oficio de anochecerme;
supusiéramos que este mundo loco
entre manos ásperas me ha estrujado
y entonces
vacío el cascarón
(si es aún que tengo ideas)
sólo mi paso por el mundo
es robusto anecdotario,
y entonces, sin sueños el futuro
solamente callo y no me inmuto
puesto que
(soy un ser antitético,
jamás pude llegar a la síntesis)
pasan y pasan los días
grises y lentos y sucedidos
mas nada surge.
(¡Estoy seguro que un día
mi nombre se grabará en antología
de genios que perecieron
antes de serlo o saberlo…!)
Una vez imaginaba sueños
y los entretejía caviloso
con emociones y asombros varios.
Ahora no puedo imaginar
siquiera diez minutos,
diez, después de este momento
y me asusto bien en serio
recordando a Heinrich Böhl
y su “Tren que llegó puntual”.
A veces devengo enfático y
soy un crítico criticable y criticado
¡Nunca pillo! Sí vencido,
porque resulté impotente
para desvirgar mi décima Musa,
no la encontré ¡desgraciado yo!
y entonces aguardo sentado
mi Deux ex Machina
¡Ah! reiterado monodrama
serás a la postre mi única endecha
(metáforas, sinécdoques, metonimias,
desbordadas como un hambre sexual
perifrástico me he convertido
por ellas, hiperbólico,
sinestésico de paradojas
y símiles y marañas de símbolos
como raspaba en el alma y
papel, mi maestro Charles Baudelaire)…
He colmado tantos folios
de basura impertinente e impublicable
¡Mea Culpa!
He escrito tales galimatías
en nombre de Gaya Ciencia,
desperdigando hiatos en cada trecho,
he tambaleado tales retruécanos
¡Yo me acuso!
He despreciado a los pacatos
mas pecado de sofistería
no uno: muchísimos días.
Sin que entretanto surgiera
un grito, uno tan sólo
uno de rabia y protesta
(siquiera metafórica)
por toda esa mierda,
siquiera protesta metafórica o,
un leve sentimiento teñido
de brumas leves,
imágenes puras de ripios
pensamientos sin perogrulladas,
flores vivas o muertas
pero flores,
¡Tan siquiera!

…Así es que soy un poeta
(…)…

(si me permiten, carraspeo)
como tantos, apenas de nombre,
siempre queriendo
a veces tentanto
sin nunca llegar a serlo,
de un tiempo a esta parte
(cuando menos);
me vengo para abajo
con cada momento,
y resulta que
¡soy inspiración con signo de menos!
Estilo reiteradamente devaluado
(ni Quetzal ni Sanate)
vida prosaica con signo de pesos.


Soy un poeta hermético.

miércoles, marzo 09, 2005

VIEJO CAPITAN


viejocapitan, originally uploaded by Fernando Pintos.



VIEJO CAPITÁN es mi única novela publicada hasta la fecha. Posiblemente sea la última. La estructura de la novela es difícil de por sí, pero la de la novela actual —ya no moderna, sino posmoderna— lo es muchísimo más. De hecho, VIEJO CAPITÁN no nació para ser una novela. Surgió de un borrador con dos o tres páginas garabateadas junto al lecho de muerte de mi padre. Digo «garabateadas» en un sentido global, porque además de escribir bajo una carga emocional nada propicia y de hacerlo por la noche, velando una agonía, tengo una letra nada descifrable, ni siquiera para mí mismo: letra de médico, dicen algunos. Pasó el tiempo y un día tomé aquellas hojas y me senté frente a mi máquina de escribir, una sólida y confiable Royal que por muchos años fue la luz de mis ojos. El resultado fue un cuento que no excedía las cuatro o cinco páginas. Nuevamente, aquel escrito dormitó por largo tiempo, hasta ser objeto de una nueva revisión, que lo dejó en diez páginas mecanografiadas. Y siguió pasando el tiempo. El relato no se publicaba porque aguardaba por otros nueve, para integrarse en un volumen de historias acerca de diferentes formas de morir, que se publicaría con el título de RÉQUIEM DE SOMBRAS Y OTROS RELATOS DE MUERTE. Entretanto, el cuento seguía creciendo e incluso tenía un título firmemente establecido: EL TIEMPO, EL SUEÑO Y EL VIEJO CAPITÁN… Entonces… Se acercó el momento de la publicación del libro con cuentos sobre la muerte. Cuando preparaba los diez cuentos para enviarlos con su editor, caí en cuenta que EL TIEMPO… había crecido demasiado, sobrepasaba las 50 páginas mecanografiadas y ofrecía una nueva posibilidad: la novela. Lo demás es historia. VIEJO CAPITÁN se publicó en 1997, tres años después de RÉQUIEM DE SOMBRAS, pero ahí estaba. Y lo mejor de todo, era una novela.

SOL VACÍO Y MARFILEÑO


solvacio, originally uploaded by Fernando Pintos.



SOL VACÍO Y MARFILEÑO emergió de un largo peregrinaje. Digamos que surgió, por decantación, de un largo crepúsculo que comenzó con mi adolescencia y en el cual me creí poeta, me sentí poeta y me inventé poeta… Uno de mis delirios adolescentes era llegar a un día en el cual pudiera presentarme, sin exagerar siquiera una coma, como «escritor, poeta y soldado de fortuna»… Resulta obvio que aquel día jamás llegó, pero sí, a lo largo de los años, se fueron acumulando, primero manuscritos y después mecanografiados, centenares de poemas cuyas palabras salpicaban los más disímiles temas.
Llegó un día, empero, en que decidí que algo de mi poesía debía publicarse, pero no todo, porque 700 o más poemas no cabrían en un libro, salvo que éste asumiera las dimensiones de guía telefónica. Así que me puse a seleccionar. Y lo hice con ojo crítico, sin contemplaciones. A esta altura debo confesar que siempre me he mirado al espejo con ojo crítico. Más todavía: con cierta antipatía. Por tanto, mis creaciones presuntamente líricas no iban a recibir mayor benevolencia de mi parte. Cuando terminó esa revisión, si mucho quedaban unos 35 poemas y el resto, que estadísticamente podría situarse en un 95% de mi producción total, había terminado en la basura, de donde ya no emergió… Evidentemente, o carecía de las cualidades del ave fénix, o no merecía salir de allí…
Sea como fuere, tras muchos ajustes y con el agregado de algún tímido nuevo intento de poema, surgió este libro, que es mi único volumen pretendidamente poético que hasta la fecha se ha publicado. SOL VACÍO… es una especie de lamento existencial y tiene como protagonistas a los desvaríos, los desengaños, los deslumbramientos y las agonías que provoca el amor, a través de las mujeres —esa eterna quimera—, en nosotros, los hombres.

SOL VACÍO Y MARFILEÑO (Poema)

raylight

A mi amor lo mataron
lejos, muy lejos;
murió encarcelado
por grilletes de tiempo.
En su pecho grabaron
los signos del infierno
y a sus sienes quemaron
con uno y mil fuegos.

A mi ilusión la violaron
al borde de un espejo;
su vientre níveo maceraron
con garras de tormento.
Su entraña profunda rasgaron
en un entretiempo enfermo
con los minutos quebrados
y los días desparejos,
a su túnica harapos la hicieron
mientras desgajaba,
desde su último árbol
el agónico lamento
que comenzaba en llanto
que terminaba en viento
mientras tanto, ellos,
reían por fuera y por dentro.

A mis luces las apagaron
entre un fúnebre silencio
y trituraron a las prisas y las risas
a través de fauces dantescas,
con vidrio hiriente y acero.
Me estallaron las armonías
y deshilacharon los momentos
que yo creía, ingenuo,
arrumbados entre mi tiempo.
A mi sangre la destilaron
en un alambique de averno
para verterla después,
puro aquelarre y tormento,
en unas venas que ya estaban frías,
más heladas y ateridas
que esas garras desoladas
de los muertos...

Entonces a mí me dejaron para luego...

Me abandonaron entre apocalipsis,
y me enterraron entre estiércol
para dejarme allí, encadenado,
(una caricatura del Prometeo)
a esos tropeles grotescos del tiempo
que te pasan a cada lado
arrastrando cortejo de infames silencios.
A mí me borraron de los ojos abiertos
aquella sonrisa confiada
de un pasado cercano y desierto,
cuando era niño,
cuando fui bueno,
y se robaron hasta la brisa
que aún aguardo en silencio,
porque conduce, murmurantes y tiernos,
desde un torrente sin cauce
a mis adolescentes recuerdos...

A mí me pusieron a un lado
para que todo lo malo pudiera verlo.
El amor torturado y debatido
entre girones de negros velos
y a las bondades desprevenidas
pisoteadas entre los cienos
y las palabras que comprometían
arrastradas por feos vientos
y unas puertas que se cerraban
con horrísonos estrépitos
o las oscuras miras
o los sordos desprecios
o los helados desconocimientos
o las tantas y tantas cosas
que de tantísimo que duelen
recordar no quiero.
Y aún, después de todo eso
continuaron alegres,
riéndose y riendo y
acribillándome los sentidos
con la misma exacta frialdad
maligna e indiferente
que cuaja, desencajada,
en los ojos opacos de los muertos.

A mí me ejecutaron a un tiempo
entre alaridos y crespones negros,
con carnavales procaces de gorgonas
y vampiros fugitivos de mi espejo.




Y vaciaron a mi alma de ilusiones

para dejarme un corazón baldío y seco.
Arrancaron a mi dicha, a los tirones
y en un burdel destripada la metieron,
siempre entonando sus cánticos
siempre riendo y riendo,
de la misma feliz manera
que si ninguna cosa trágica
estuviera discurriendo.

Por último me arrojaron a un río,
muy negro y de mal aliento,
en cuyo lecho frío
de a poco, me fui muriendo.
y me arrinconaron contra un paredón
de los más grises silencios
para poder acribillarme
con odio implacable en los acentos,
hasta el borde mismo de la nada,
(en los confines de la noche,
más allá la frontera del olvido)
hasta dejarme solo
bajo un sol vacío y marfileño,
vagamente recostado al dolor de mis recuerdos.

Como que me llamo silencio.
Como que ahora, estoy muriendo.
Como que ya, nada tengo.

jueves, marzo 03, 2005

DESDE MI TRINCHERA

desdemitrinchera


Esto forma parte, en cierta medida, de la historia del periodismo en Guatemala. En noviembre de 1987 nació la revista semanal Crónica y yo formé parte de su cuerpo de redacción desde el número cero hasta el 430 (en casi nueve años de trabajo apenas tuve una única vacación). Es decir, que trabajé en esa publicación semanal por cerca de nueve años casi sin interrupción… Desde un principio yo debería haber sido el director de la sección cultural de Crónica, pero por ese entonces me hallaba muy comprometido en la creación y desarrollo de Kaminal TV, que fue el primer canal de cable guatemalteco, producido por la empresa Comtech S.A. De manera tal que agradecí debidamente el generoso ofrecimiento de Richard Aitkenhead (el primer director de la revista), decliné y me conformé con trabajar como crítico de cine, crítico literario y reportero. Pasados casi tres años, Crónica publicó una soberbia revista de cable y televisión denominada Tele Crónica y yo fui su director en tanto duró, o sea, apenas por un par de años. Durante los últimos meses de vida de Tele Crónica aconteció lo siguiente: Francisco Pérez de Antón, presidente de Crónica, me encomendó escribir una columna, la cual debería publicarse en la sección cultural. Aquella columna se tituló, desde un principio, Desde mi Trinchera. Pero entonces, surgió algo más: inmediatamente del cierre de Tele Crónica, sucedió que la sección de Cultura de la revista —por entonces rebautizada como «Crónica de la Cultura y el Ocio»— había quedado acéfala por la salida de Ana María Rodas, y en consecuencia me la encomendaron a mí. Esa vez no decliné y asumí, entonces, una triple función dentro de la revista: miembro del Consejo Editorial, director de la sección de Cultura y columnista. En aquellas exigentes tareas consumí los últimos cuatro años de mi permanencia en la revista. Y entonces, se convirtió en una parte muy importante de mi trabajo escribir la columna semanal, un trabajo doblemente disfrutable para alguien que es al mismo tiempo periodista y escritor. Bueno, a estas alturas del relato se debe señalar lo siguiente: una parte importante de aquella columna eran numerosos temas que se hallaban directa o indirectamente ligados con la cultura, en el sentido lato del término. Pero, al mismo tiempo, existía otra importante vertiente temática, y ella consistía en escribir acerca de una serie de temas políticos y socio-económicos, pero haciéndolo siempre en clave de humor negro, o humor del absurdo, o surrealismo. La verdad es que, cuando el asunto es referirse a las malandanzas de nuestros folclóricos políticos criollos, resulta sorprendente comprobar que en casi todas sus acciones —incluso las nimias— subyace siempre una poderosa sobrecarga de humor negro. Ciertamente, los resultados casi siempre son trágicos y suelen provocar tanto el llanto como el bíblico rechinar de dientes, pero los tales individuos son a un mismo tiempo tan elementales, tan previsibles y tan groseros, cuando no grotescos, que siempre ofrecen amplísimos márgenes para el sarcasmo y la risotada… Así que, en enero de 1996, la editorial Artemis & Edinter publicó una selección de 60 artículos, todos ellos en la línea de crítica sarcástica, bajo el mismo título de la columna: «Desde mi Trinchera». Para explicarlo brevemente, bastaría con leer una de las solapas del libro, donde se expresa lo siguiente: Ambrose Bierce, Alfred Jarry, Richard Armour, Woody Allen, Bruce Marshall, Curzio Malaparte, George Mikes, H. H. Munro, Salvador Dalí, Jean Tardieu, Art Buchwald, André Breton, Guillaume Apollinaire, Wimpi, Mario Vargas Llosa, Perich, Serafín J. García, Giovanni Mosca, César Di Candia, José María Firpo y Macedonio Fernández han sido, en buena medida, los maestros de Fernando Pintos y, por lo tanto, los ilustres inspiradores de este libro que recopila 60 artículos de humor crítico, publicados en su columna homónima de la revista Crónica, entre noviembre de 1992 y octubre de 1995. El humor de Fernando Pintos es ácido e irreverente. En estas páginas el lector encontrará múltiples sentidos y una gran cantidad de significados ocultos en artículos de apenas 400 palabras. En sus textos, Pintos ejercita la ironía feroz y el humor absurdo, tomando como referencia infinidad de temas y personajes: desde los entresijos de la política y la economía hasta el mundo cinematográfico, pasando por aquellos entrañables protagonistas de las fábulas y los cuentos de hadas…
Ahora bien: como definición breve, ese texto está muy bien. Pero ya entrando en profundidades, prefiero algunos pasajes del prólogo pergeniado por ese gran escritor que es Gerardo Guinea Diez, donde explica algunos aspectos de mucho mayor fondo. Veamos lo que escribía Guinea: …En «Desde mi Trinchera» hay una reiteración obsesiva de la idea de que nada vale la pena, que nada debe ser tomado en serio. Quizás alguien señale esto como abismarse en las tinieblas del nihilismo más puro. Sin embargo, detrás de cada palabra, se esconde un sentido reclamo a la fugacidad y la ligereza de la vida contemporánea. Fernando Pintos utiliza el humor como su mejor arma para dibujar, tal cual una esquizofrénica pintura, el horror de la solemnidad, el ridículo de los políticos y todo ese enorme desperdicio que significa vivir en la orilla de la grandilocuencia y el más barato histrionismo… Desde un incómodo mirador, Pintos ve al mundo y se mira a sí mismo. Como en un laberinto de espejos, sabe de la atrocidad que significa el término “normal»: la corrupción, la violencia, las guerras, la mentira, nuestras infaltables vanidades… Creo que con estas dos explicaciones, la introductoria en la solapa del libro y el brillante prólogo de Guinea Diez, está descrita con bastante acierto una obra que puede provocar muchas sonrisas… Si bien la mayoría oscile entre la amargura y el más ácido sarcasmo.