martes, julio 03, 2007

(Hombrecitos grises secuestran periodista)… (¡Ejem!)…




Los alienígenas siguen haciendo de las suyas, si bien, acerca de eso, el Gobierno no dice ni «esta boca es mía». El pasado viernes 23 de marzo, tras dos días de misteriosa desaparición, el comunicador social Fernando Pintos volvió por fin a su casa. Visiblemente desgreñado, también descamisado y exhibiendo evidentes señas de maltrato (entre las cuales se contabilizaban varios mordiscos en el cuello, manchas de lápiz labial por todas partes y un insoportable hedor a perfume barato), relató a su atribulada novia que había sido secuestrado por unos horrendos alienígenas, quienes se lo habían llevado a una extraña nave espacial y lo mantuvieron allí cautivo, mientras lo sometían a minuciosos y a veces también injuriosos exámenes físicos, durante 48 horas completas. También relató que había aprovechado para escapar cuando los alienígenas se descuidaron debido a que estaban protagonizando un confuso incidente con el motorista que pretendía entregarles un pedido de Pollo Campero con la factura equivocada. Explicó, además, que tras vagar durante horas interminables a través de barrancos habitados por duendecillos, selvas infestadas por tiburones y un lugar exótico muy parecido al parque temático de Xetulul, unos bondadosos esquimales se habían apiadado de sus tribulaciones y le pagaron el pasaje en un helicóptero, a bordo del cual pudo arribar horas después a Guatemala. A continuación, el desdichado periodista se declaró víctima de intenso surmenage y se negó a dar declaraciones hasta las siguientes navidades o cualquier otra festividad que se les pareciera.

Para corroborar aquella versión, la novia de Pintos llamó entonces por teléfono al socio de la víctima, el cual, visiblemente turbado, sólo pudo contestar con carraspeos, toses y monosílabos entrecortados, todo lo cual lo atribuiría (después) «al pésimo servicio de la compañía telefónica». E inmediatamente informó que «…algo se estaba quemando en la estufa», y cortó abruptamente la comunicación. Después de aquello, el referido socio, de nombre Luis Moreno (pero más conocido por el alias de «Luis Moreno»), no volvió a ser visto y dos días después, Pintos informó a su escéptica novia que había sido secuestrado —el socio, no él— por «otros alienígenas», y que éstos se habían comunicado con él —con Pintos, no con el socio— para exigir un rescate que aparentemente consistía en tres mil dólares, dos pasajes de ida y vuelta a Cancún y una lata con champurradas de Pan Europa, pero que, habiéndole parecido esta última exigencia un poco exagerada, se había negado rotundamente a pagar.

Estos dramáticos acontecimientos demuestran a las claras que no estamos solos en este planeta. Desde entonces, Pintos no ha sido secuestrado nuevamente, pero ha debido pasar fines de semana enteros en terapia intensiva con afamados psicoanalistas y ufólogos, de los cuales se ha negado a proporcionar nombres, «…para que no se enteren los alienígenas y vayan a estropearlo todo secuestrándolos». Aquellos analistas y ufólogos, en su afán científico por conseguir la verdad, han dejado varias veces al desdichado Pintos igual o peor que si llegara directo desde un nuevo secuestro, esto es: desgreñado, arañado, descamisado, mordido, cundido con rastros de pintura de labios (francamente chillona, para decir verdad), ¡y todavía con mucho más perfume barato!

En fin, ¡he ahí el complicado camino de la ciencia! En cuanto al socio, retornó ileso de su propio secuestro, pero cada vez que la novia de Pintos o su propia esposa han pretendido sonsacarle al respecto, experimenta extraños ataques de tartamudez y desaparece durante un par de semanas, fenómeno que los científicos no han podido explicar todavía satisfactoriamente. Como no podía ser de otra forma, los cínicos y escépticos de siempre han opinado que todo lo anterior es tan sólo «una vil farsa, montada por un par de individuos que carecen tanto de vergüenza como de escrúpulos». ¡Hombres de poca fe! ¡Tan ciegos, que no distinguirían un elefante ni a cinco metros de sus propias narices! (No las del elefante)… En cuanto a usted, lector, si tras deambular una noche de aquéllas que bien sabemos por la Zona 4 o la Zona 9 o la Zona Viva, fuera también víctima de hombrecillos grises, platos voladores o luces extrañas, denúncielo con presteza a las autoridades competentes (Si aquéllas resultaran, como es de costumbre, absolutamente incompetentes, denúncielo igual). Con todas estas sólidas evidencias, el mundo conocerá, ¡finalmente!, la verdad sobre el fenómeno OVNI.