martes, julio 03, 2007

Breves comentarios sobre una extensísima entrevista


El pasado domingo 3 de junio, el matutino elPERIÓDICO publicó una extensa entrevista realizada por esos dos excelentes periodistas que son Juan Luis Font y Claudia Méndez Arriaza a la señora Rigoberta Menchú, candidata a la Presidencia de la República por el partido «Encuentro por Guatemala», y lo hizo bajo el sugestivo título de: «La mujer en la papeleta».

No voy a comentar esa preferencia que suelen manifestar las páginas de elPERIÓDICO con relación a esta candidata; tratamiento tan diferente de la recatada distancia que mantienen respecto de los demás candidatos a la máxima magistratura de la República, incluido el primerísimo favorito e innegable puntero de todas las encuestas, el ingeniero Álvaro Colom Caballeros…. Porque cada quién es libre de ceder a los llamados de su corazoncito. Ni tampoco me habré de referir a ella antecediendo el título de «doctora», como sí lo hacen más que a menudo algunos vividores y genuflexos harto conocidos, pues conozco a ciencia cierta la vacuidad, fatuidad y favoritismo que encierran casi todos esos tan cacareados titulitos «honoris causa», los cuales casi nunca suelen ser concedidos esas beneméritas personas que con creces y aún hasta la saciedad los merecen, tal como fuera el caso de mi entrañable y siempre recordado amigo, el filántropo Don Julián Presa Fernández (Q.E.P.D.). Y puedo opinar con cierta autoridad a ese respecto, pues he vivido la experiencia de cursar no uno, sino un par de doctorados reales, de los de verdad… Y me ha quedado bien claro que para conseguir en buena ley un título de tal índole, antes uno se verá largamente obligado a «parir enanos» y no sólo eso: ¡sino parirlos sin fórceps y al por mayor!

Más allá de la simpatía que despierte en mí la señora Menchú por dos sencillas razones, la de ser mujer (he ahí que nunca podré con mi genio) e indígena, deberé puntualizar lo siguiente: en realidad, mi interés radica en analizar los propósitos de la candidata. Porque se trata, ni más ni menos, de una persona que se está ejerciendo su derecho constitucional a postularse para ocupar por un período de cuatro años la Primera Magistratura de la Nación. Y debido que —a diferencia de tantos otros— en lo que es personal, Guatemala no me viene ni me vendrá nunca del norte, debido a que ella es la patria de mi elección, me veo en la necesidad ineludible de entrar en un breve análisis de las referidas declaraciones.

En este mes de junio de 2007, cuando las lluvias torrenciales comienzan a remojarnos con persistencia, también nos encontramos sumergidos de lleno en un período de elecciones y nuestros abundantes (en número, mas no en intelecto, salvo honrosas excepciones) candidatos compiten, con desprejuiciada enjundia, en el malsano deporte de propalar a los cuatro vientos unas propuestas casi siempre vacías y las más de las veces demenciales; casi todas las cuales se caracterizan, de manera invariable: ya por ser más insensatas que vacías; ya por ser más irrealizables que folclóricas; ya por ser más falsas y mentirosas que las promesas del mismísimo Satanás (anótese que le regalo la S mayúscula a ese hijo de mil… ya saben ustedes qué, en honor a la gramática y al diccionario, mas no por otro motivo). Y he aquí que, bajo la luz de tales acontecimientos resultará obvio que, si cualquiera tiene el derecho de propalar toda clase de intenciones bombásticas; de promesas surrealistas; de ofertas cataclísmicas; de señales premonitorias con irrestricta envergadura; de presagios ultraoptimísticos (no busque en el diccionario, porque el neologismo es de mi autoría); de ofrecimientos promotores del éxtasis irrestricto; de propuestas cuasi orgásmicas (¡wow!, ésas sí que a todos fascinarán…); de presentes preanunciados con reiteración y énfasis más que alevosos; de dádivas que apenas si tienen por límite el horizonte de la galaxia; de designios que parecen caer —como cascadas de néctar y aluviones de ambrosía— desde la propia morada de los dioses del Olimpo; de propósitos que, por extensísimo tramo, superan los delirios de fantasía pergeñados por los supremos escritores de la ciencia-ficción, llámense Bradbury o llámense Asimov; de infalibles pronósticos que ubican, a Guatemala, en la vanguardia del mundo civilizado… Si a todos los demás candidatos asiste tal derecho, también debería asistirle, por estricta justicia, a la señora Menchú, como claramente demuestra el texto de la entrevista publicada.

Confrontada con la primera pregunta: «¿Qué ofrecería un gobierno de Rigoberta Menchú?», la respuesta resultó a todas luces contradictoria, pues afirmó pretender, entre otras cosas difícilmente realizables: 1º) lograr una fiscalización y uso efectivo de los fondos públicos; 2º) lanzar una red de guarderías infantiles que cumplan con estándares internacionales y maestros que impacten; 3º) propiciar un bono familiar a cambio de que el niño rinda en la guardería… Se pretende una fiscalización efectiva, y renglón seguido, un uso también efectivo de los dineros públicos, es decir, de los que tributamos siempre los mismos contribuyentes de toda la vida. Pero, al mismo tiempo, en lugar de canalizar esos fondos para que el Estado cumpla con sus fines esenciales (seguridad, educación, salud pública, justicia, infraestructura), se pretende desviarlos para financiar una «red de guarderías con estándares internacionales» y con «maestros que impacten» (¿En qué sentido? ¿En el físico? ¿En el intelectual? ¿En el financiero? ¿En el correspondiente la moral, la ética y las buenas costumbres?)… Pero, ahora bien: los estándares internacionales provienen del Primer Mundo, debido a lo cual, la red de guarderías propuesta debería costar a los contribuyentes un ojo de la cara y la mitad del restante. Mas, al mismo tiempo: si se pretende alcanzar «estándares internacionales», se requerirá personal altamente especializado, es decir, formado en el Primer Mundo. ¿Acaso se pretende importar ese personal, que debería estar integrado por varios miles de personas, para atender las guarderías «con estándares internacionales»? Y una vez creadas las guarderías, contratado el personal, adquiridos los equipos, construidos o alquilados los locales destinados a su funcionamiento y creado un ente rector para administrar el funcionamiento de todo ese aparato… ¿Cómo hacer para evitar los actos de corrupción, las malversaciones de fondos y el crecimiento de más burocracia?

En cuanto a la presunta contratación de todos esos «maestros que impacten» (los cuales deberían ser, también, varios millares)… ¿Quiénes y cómo serían los tales? ¿Y en base a qué impresionantes cualidades habrían, todos ellos, de «impactar»? Esperemos que la referencia no tenga nada que ver aquella película donde Clint Eastwood personificaba a Dirty Harry, la cual se titulaba, precisamente, «Impacto fulminante». Y esperamos que la cualidad de «impactar» no tenga nada que ver con individuos al estilo de Mike Tyson… Porque, en cuanto a «impactar», ya contamos con unos cuantos personajes que impactan, ¡y de qué maneras!, como Joviel Acevedo y algunas otras joyitas pertenecientes a nuestro nada bizarro mas sí completamente «bizarre» gremio magisterial. Sin embargo, más allá de tales especulaciones, la pregunta toral sigue siendo: ¿cuántos miles de millones se quitarán cada año al Erario de la Nación para echar a andar y alimentar un proyecto de tamaña dimensión? ¿Y cuántos millones más para el bono familiar que se entregará a cambio de que «el niño rinda en la guardería»? Y también: cuánto dinero habrá de mezquinarse a carteras tan importantes como Salud Pública, Educación, Gobernación o Comunicaciones, para dárselo a las tales guarderías? Pero, ¡ah!, existe algo más importante todavía: ¿qué clase de «rendimiento» se esperaría de unos niños de pre-primaria que estén en una guardería? ¿Qué cursos deberían ser dictados en tales establecimientos, a efectos de que los niños «rindan»? ¿Se referirá el «rendimiento» a la posibilidad de que los infantes aprendan a contar hasta cinco o hasta diez? ¿Tal vez se pretenda acelerar el aprendizaje de los cuentos de Perrault o los Hermanos Grimm? ¿O se pretenderá, por el contrario, la imposibilidad de que los niños de las guarderías aprendan matemáticas, física quántica y filosofías comparadas? Vaya uno a saber…

Para decir verdad: toda la extensa y fatigosa entrevista, ¡tres páginas nada menos!, abunda en perlitas tanto o más primorosas que las arriba analizadas. Y de hecho, resultaría un ejercicio en extremo árido y agotador proceder al análisis metódico de todas las incoherencias y falacias allí expresadas. Pero baste con un ejemplo único para acortar tan arduo camino. Frente a la pregunta, «¿Deberíamos en Guatemala educar a todos los niños para que hablen inglés?», he aquí la respuesta: «Yo les pondría primero a estudiar el k’iche’, el mam, les pondría un par de idiomas nacionales. ¿Cuál es la urgencia? La urgencia es crear fuentes de comunicación a nivel nacional. La mayor cantidad de los mayas somos bilingües, hablamos más o menos el segundo idioma, por lo que no tendría por qué privarse del mismo derecho a los niños ladinos». Y después de esta obra maestra del despropósito, al replicársele que para ser competitivos a nivel global deberíamos hablar un idioma que nos conecte con el mundo, la respuesta textual ha sido: «Los ladinos se adueñaron del concepto de la competitividad, pero nuestra gente maya aún no pone sus reglas sobre ese tema».

Bueno, más allá de un despropósito con tales dimensiones, poco o nada quedaría para comentar. Y es un mayúsculo despropósito por el simple hecho de que ni los ladinos de Guatemala, ni tan siquiera los de toda América Latina reunidos, impondrán jamás regla alguna en el mundo globalizado, donde quienes mandan son entidades tales como la Comisión Trilateral, el Club Bilderberg, el G-8, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las grandes corporaciones multinacionales. Para quienes en realidad manejan el mundo globalizado, Bill Gates es apenas un personaje arquetípico, de la misma manera que McDonald’s es poco más que una marca emblematica. Y en cuanto a George W. Bush, es tan sólo un simpático señor que da la cara en cuanto a decisiones políticas pero que, en la práctica, apenas si alcanza a hacerles los mandados. Para quienes manejan en realidad el mundo globalizado, los indígenas —no ya de Guatemala, sino de todo el continente americano— ni son nada, ni representan nada, ni importan tan siquiera un comino.

De manera tal que la «gente maya» (debería decirse «gente indígena», porque no había mayas ni rastros de ellos, en Guatemala, desde 800 años antes de que llegaran los conquistadores españoles) no impondrán nunca jamás «sus reglas» (¿cuáles?) sobre el tema de la globalidad, ese estado de cosas que deviene de la globalización y que, hoy día, puede ser perfectamente ejemplificado con aquella frase que se hizo tan popular a la hora de los naufragios en alta mar: «¡Sálvese quién pueda!»… Lo cual, explicado con otras palabras, significa lo siguiente: en un mundo globalizado, los países pequeños y en vías de desarrollo tenemos desde ya que pelear con uñas y dientes, mas no para conseguir un despegue meteórico que nos catapulte hasta las cimas doradas del Primer Mundo, sino, antes bien: para alcanzar aquellas migajas caídas de las mesas de los poderosos, por las cuales deberemos luchar sin tregua contra los otros (países pequeños y medianos en vías de desarrollo) quienes pretenden, desde largo rato a esta parte, quedarse con todo y dejarnos sin nada. Y en ese frío e inclemente escenario, los verdaderos dueños de la Globalización (que no es lo mismo que decir «el Primer Mundo») sencillamente nos arrojarán apenas aquellas sobras con que consideren conveniente saciar el hambre que nos aflige. Y más allá de esa descarnada e ineludible realidad, poco quedará por discutir… ¿Qué Hugo Chávez es una especie de Robin Hood marxista-narcisista y acudirá al rescate de todos los países fracasados de Latinoamérica, dejando a su paso un chorro interminable de petrodólares? ¿Qué Fidel Castro (o lo que de él queda) aportará su «infinita sabiduría» para que América Latina emerja de su secular atraso y compita, en pie de igualdad, con las potencias mundiales de la economía? ¿Que Evo Morales es un iluminado y apoyará las reivindicaciones continentales indígenas utilizando los réditos devengados por esos enormes depósitos de gas que tiene Bolivia en su subsuelo? ¡Zarandajas! ¡Puras pamplinas y delirios! Nada de eso sucederá y la única realidad posible es la que podemos apreciar, desde ya, a primera vista: que aquellos países que se acomodan al proceso globalizador y comienzan a desarrollar Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos son los que, de alguna manera, salen adelante. En cuanto a los otros, no les quedará otro camino que el de la miseria perenne y, Dios nos libre de ello, de una africanización paulatina que, en muy corto plazo, podría tornarse irreversible.

En definitiva: la señora Menchú (a mí me gustaría más llamarla «Rigoberta», pero no tengo la confianza suficiente para hacer tal cosa) me ha defraudado. Lo que leí en esta entrevista no me ha convencido en lo más mínimo. Y en consideración a que ella es mujer e indígena (en realidad, ella proclama ser «india»), he omitido la mayor parte de las críticas que hubiera podido hacerle, lo cual —lo acepto y admito—, es un comportamiento claramente discriminatorio por mi parte, en perjuicio de los demás candidatos a la Presidencia de la República… Y no en contra de ella, vuelvo a admitirlo, sino a favor de ella, por lo cual me avergüenzo, si bien debe obrar, en mi disculpa, que todos tenemos nuestras debilidades. Y en cuanto a esa preciosa e inteligente mujer que es Nineth Montenegro… Bueno, sólo me resta sugerirle (junto con mi admiración) que lea el estupendo artículo que publicó en la sección de Opinión de elPERIÓDICO el columnista Gustavo Berganza, bajo el título más que sugestivo de: «Yo que Nineth me preocupaba».