jueves, marzo 03, 2005

DESDE MI TRINCHERA

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Esto forma parte, en cierta medida, de la historia del periodismo en Guatemala. En noviembre de 1987 nació la revista semanal Crónica y yo formé parte de su cuerpo de redacción desde el número cero hasta el 430 (en casi nueve años de trabajo apenas tuve una única vacación). Es decir, que trabajé en esa publicación semanal por cerca de nueve años casi sin interrupción… Desde un principio yo debería haber sido el director de la sección cultural de Crónica, pero por ese entonces me hallaba muy comprometido en la creación y desarrollo de Kaminal TV, que fue el primer canal de cable guatemalteco, producido por la empresa Comtech S.A. De manera tal que agradecí debidamente el generoso ofrecimiento de Richard Aitkenhead (el primer director de la revista), decliné y me conformé con trabajar como crítico de cine, crítico literario y reportero. Pasados casi tres años, Crónica publicó una soberbia revista de cable y televisión denominada Tele Crónica y yo fui su director en tanto duró, o sea, apenas por un par de años. Durante los últimos meses de vida de Tele Crónica aconteció lo siguiente: Francisco Pérez de Antón, presidente de Crónica, me encomendó escribir una columna, la cual debería publicarse en la sección cultural. Aquella columna se tituló, desde un principio, Desde mi Trinchera. Pero entonces, surgió algo más: inmediatamente del cierre de Tele Crónica, sucedió que la sección de Cultura de la revista —por entonces rebautizada como «Crónica de la Cultura y el Ocio»— había quedado acéfala por la salida de Ana María Rodas, y en consecuencia me la encomendaron a mí. Esa vez no decliné y asumí, entonces, una triple función dentro de la revista: miembro del Consejo Editorial, director de la sección de Cultura y columnista. En aquellas exigentes tareas consumí los últimos cuatro años de mi permanencia en la revista. Y entonces, se convirtió en una parte muy importante de mi trabajo escribir la columna semanal, un trabajo doblemente disfrutable para alguien que es al mismo tiempo periodista y escritor. Bueno, a estas alturas del relato se debe señalar lo siguiente: una parte importante de aquella columna eran numerosos temas que se hallaban directa o indirectamente ligados con la cultura, en el sentido lato del término. Pero, al mismo tiempo, existía otra importante vertiente temática, y ella consistía en escribir acerca de una serie de temas políticos y socio-económicos, pero haciéndolo siempre en clave de humor negro, o humor del absurdo, o surrealismo. La verdad es que, cuando el asunto es referirse a las malandanzas de nuestros folclóricos políticos criollos, resulta sorprendente comprobar que en casi todas sus acciones —incluso las nimias— subyace siempre una poderosa sobrecarga de humor negro. Ciertamente, los resultados casi siempre son trágicos y suelen provocar tanto el llanto como el bíblico rechinar de dientes, pero los tales individuos son a un mismo tiempo tan elementales, tan previsibles y tan groseros, cuando no grotescos, que siempre ofrecen amplísimos márgenes para el sarcasmo y la risotada… Así que, en enero de 1996, la editorial Artemis & Edinter publicó una selección de 60 artículos, todos ellos en la línea de crítica sarcástica, bajo el mismo título de la columna: «Desde mi Trinchera». Para explicarlo brevemente, bastaría con leer una de las solapas del libro, donde se expresa lo siguiente: Ambrose Bierce, Alfred Jarry, Richard Armour, Woody Allen, Bruce Marshall, Curzio Malaparte, George Mikes, H. H. Munro, Salvador Dalí, Jean Tardieu, Art Buchwald, André Breton, Guillaume Apollinaire, Wimpi, Mario Vargas Llosa, Perich, Serafín J. García, Giovanni Mosca, César Di Candia, José María Firpo y Macedonio Fernández han sido, en buena medida, los maestros de Fernando Pintos y, por lo tanto, los ilustres inspiradores de este libro que recopila 60 artículos de humor crítico, publicados en su columna homónima de la revista Crónica, entre noviembre de 1992 y octubre de 1995. El humor de Fernando Pintos es ácido e irreverente. En estas páginas el lector encontrará múltiples sentidos y una gran cantidad de significados ocultos en artículos de apenas 400 palabras. En sus textos, Pintos ejercita la ironía feroz y el humor absurdo, tomando como referencia infinidad de temas y personajes: desde los entresijos de la política y la economía hasta el mundo cinematográfico, pasando por aquellos entrañables protagonistas de las fábulas y los cuentos de hadas…
Ahora bien: como definición breve, ese texto está muy bien. Pero ya entrando en profundidades, prefiero algunos pasajes del prólogo pergeniado por ese gran escritor que es Gerardo Guinea Diez, donde explica algunos aspectos de mucho mayor fondo. Veamos lo que escribía Guinea: …En «Desde mi Trinchera» hay una reiteración obsesiva de la idea de que nada vale la pena, que nada debe ser tomado en serio. Quizás alguien señale esto como abismarse en las tinieblas del nihilismo más puro. Sin embargo, detrás de cada palabra, se esconde un sentido reclamo a la fugacidad y la ligereza de la vida contemporánea. Fernando Pintos utiliza el humor como su mejor arma para dibujar, tal cual una esquizofrénica pintura, el horror de la solemnidad, el ridículo de los políticos y todo ese enorme desperdicio que significa vivir en la orilla de la grandilocuencia y el más barato histrionismo… Desde un incómodo mirador, Pintos ve al mundo y se mira a sí mismo. Como en un laberinto de espejos, sabe de la atrocidad que significa el término “normal»: la corrupción, la violencia, las guerras, la mentira, nuestras infaltables vanidades… Creo que con estas dos explicaciones, la introductoria en la solapa del libro y el brillante prólogo de Guinea Diez, está descrita con bastante acierto una obra que puede provocar muchas sonrisas… Si bien la mayoría oscile entre la amargura y el más ácido sarcasmo.