martes, julio 03, 2007

Acerca de la Literatura y el Cine de SCI FI



Uno de los más interesantes subgéneros que ha producido la literatura dentro de la modernidad ha sido, sin lugar a dudas, ése al cual ahora se conoce bajo la denominación de ciencia-ficción (Science Fiction, o simplemente SF), el cual es más antiguo que el de horror o terror, puesto que sus orígenes se pueden remontar hasta unos lejanísimos antecedentes que comienzan con un escritor francés que vivió en el siglo XVII: Héctor-Savinien Cyrano de Bergerac. Este de por sí extraordinario personaje fue también el autor de dos novelas notables: la «Historia cómica de los estados e imperios de la Luna» (1657) y la «Historia cómica de los estados e imperios del Sol» (1662), obras en las cuales se conjugaron una atractiva mezcla de utopía, racionalismo y fantasía, con una profunda ilustración, si se tienen en cuenta los parámetros de aquella época. Una verdadera leyenda dentro del panorama literario y social francés de sus tiempos, este Cyrano de Bergerac estaba destinado a convertirse, a su vez, en un personaje literario inmortal y fue precisamente gracias a ello que trascendió su propio tiempo, puesto que ya en el siglo XIX movió al escritor Edmond Rostand a escribir la célebre comedia que lleva su nombre, «Cyrano de Bergerac», la cual fue publicada exactamente en el año de gracia de 1897, el mismo en que vio la luz el también celebérrimo «Dracula» de Bram Stoker, el título emblemático por excelencia dentro de la literatura de horror.



Algunos otros también remotos antecedentes para los relatos de ciencia-ficción se pueden encontrar en «Los viajes de Gulliver» (1726), del escritor irlandés Jonathan Swift; en el «Micromegas» (1752), de Voltaire; en las «Aventuras del barón de Munchausen» (1785), de Rudolph Erich Raspe; en el «Icosamerón o la historia de Eduardo e Isabel, que pasaron ochenta y un años con los megamicros, habitantes aborígenes del protocosmos en el interior de nuestro globo» (1788), de Giacomo Casanova (quien ha pasado a la historia mucho más como seductor que como novelista)… El «Icosamerón» es una utopía fantástica y relata la aventura de una pareja que se interna en un mundo subterráneo, y obviamente está influida por las ideas científicas que imperaban en aquella época en que vivió el gran seductor italiano, Pero también se debe mencionar en esta breve reseña «Alicia en el país de las maravillas» (1865), de Lewis Carroll. Sin embargo, el verdadero arranque para la ciencia-ficción recién se dio con la obra de aquel innegable precursor que fue el francés Jules Verne, quien fue autor de varias novelas que pueden considerarse ya dentro del ámbito del subgénero, y entre las cuales se pueden citar unas cuantas que son en verdad ineludibles: «Viaje al centro de la Tierra» (1864); «De la Tierra a la Luna» (1865); «Veinte mil leguas de viaje submarino»(1869); «Alrededor de la Luna» (1870); «Una ciudad flotante» (1871); «La vuelta al mundo en 80 días» (1873); «La isla misteriosa» (1875); «La casa de vapor» (1880); «El rayo verde» (1882); «Robur el conquistador» (1886); «El eje de la Tierra» (1889); «La isla de hélice» (1895); «Dueño del mundo» (1904); «La invasión del mar» (1906); «La caza del meteoro» (1908); «Ayer y mañana» (1910). Como bien puede apreciarse, tenemos ahí una nutrida producción, lo cual demuestra que la ciencia-ficción no fue en Verne ni una casualidad ni un aislado golpe de suerte, sino una larga y muy meditada tendencia.



Después de un espacio que no estuvo ni completa ni parcialmente vacío, sino que resultó ocupado por algunos otros precursores más modernos —se contabilizan en esta etapa algunos de los relatos poco conocidos de Jack London, tales como «A Curious Fragment» (1908) o «The Unparalleled Invasion» (1910); la novela de Arthur Conan Doyle «El mundo perdido» (1912)—, de que la civilización atravesara una devastadora guerra mundial entre 1914 y 1918, y de sobrevivir la tremenda depresión económica sufrida por el mundo a partir de1929, la ciencia-ficción arrancó con vigor ya en la década de 1930. Y he aquí un detalle digno de resaltar: fue a partir de entonces que se pudo anotar una interesante confluencia entre el subgénero ciencia-ficción y una de las principales ramas del periodismo impreso. Durante aquellas épocas heroicas de la ciencia-ficción, tan bien reflejadas por las selecciones que realizó con posterioridad Isaac Asimov en «ANTES DE LA EDAD DE ORO I y II» (1974) y «LA EDAD DE ORO I, II, III, IV y V» (1979/1983), este nuevo y vigoroso subgénero de la novela (y también del cuento) no se canalizó hacia el público por medio de libros, sino que más bien lo hizo a través de unas multitudinarias colecciones de relatos que fueron producidos por muy diversos autores —y de también muy disímiles calidades—, casi todos los cuales se publicaban, al menos como primeras ediciones, en unas revistas de aparición periódica que eran editadas para el mercado norteamericano. Entre aquellas publicaciones periódicas figuran algunas, a las cuales ahora se rinde particular tributo y se les tiene como míticas. Entre todas ellas destacan, muy particularmente, las siguientes publicaciones: IMAGINATION, AMAZING STORIES, MARVEL, PLANET STORIES, SCIENCE-FICTION QUARTERLY, IF, WONDER STORIES, INFINITY, ASTOUNDING STORIES, UNKNOWN STORIES, GALAXY SCIENCE-FICTION, STARLING STORIES, SCIENCE FICTION FANTASTIC ADVENTURES, FUTURE FICTION, FAMOUS FANTASTIC MYSTERIES, COMET STORIES, PLANET STORIES WEIRD TALES, GALAXY, STIRRING SCIENCE STORIES, COSMIC STORIES, UNKNOWN WORLDS (nueva denominación para la veterana UNKNOWN STORIES), NEW WORLDS, FANTASY y THE MAGAZINE OF FANTASY AND SCIENCE FICTION.



Según Isaac Asimov, quien ha sido un escritor de características realmente enciclopédicas (además de ciencia-ficción, abarcó temas científicos e inclusive escribió una excelente historia universal), la edad de oro de la ciencia-ficción culminaría hacia 1950, año en que aquel subgénero estaba establecido como uno de los más sólidos y leídos dentro del género novela. Ya en aquel entonces habían sido instituídos los Premios Hugo, que constituyen una especie de Nobel o Pulitzer para la ciencia-ficción, y la enorme mayoría de la producción del subgénero llegaba hasta el público no ya a través de revistas especializadas, como había sido en un principio, sino principalmente por medio de libros y también de películas y en parte por revistas de cómics. Pero a ello deberían agregarse, poco más adelante, una buena cantidad de series que fueron producidas para televisión y que gozaron de enorme popularidad, tales como THE TWILIGHT ZONE, STAR TREK o THE OUTER LIMITS. Una vez más, se había desarrollado una mutación, que era inevitable y tenía como propósito asegurar tanto la supervivencia como la expansión del subgénero.



En la actualidad, la novela de ciencia-ficción cuenta con un impresionante recuento de autores y entre ellos pueden citarse algunos que son latinoamericanos muy ilustres —tales los casos de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Ernesto Sabato—, así como algunos otros que también lo son, pero resultan bastante menos conocidos para el gran público, como son la argentina Angélica Gorodischer y el uruguayo Carlos María Federici.
Pero la mayoría de los grandes autores de este subgénero pertenece al campo de la lengua inglesa. Tales los casos, tan sólo según el catálogo de la editorial Minotauro del año 2000, de donde se reumen los siguientes autores y títulos: Brian W. Aldiss («Heliconia Primavera», «Heliconia Verano», Heliconia Invierno», Frankenstein desencandenado»); J. G. Ballard («Crash», «El mundo sumergido», «La sequía», «Mitos del futuro próximo», «Las voces del tiempo», «La exhibición de atrocidades», «El mundo de cristal», «El día de la creación»); John Calvin Batchelor («El nacimiento de la República Popular de Antártida»; Alfred Bester («El hombre demolido»); Ray Bradbury («Fahrenheit 451»); Anthony Burgess («La naranja mecánica»); William S. Burroughs («Expreso Nova», «La máquina blanda», «El ticket que explotó»); Angela Carter («La pasión de la nueva Eva», «Venus negra», «Noches en el circo», «El doctor Hoffmann y las infernales máquinas del deseo»); John Crowley («Amor y sueño», «Aegypto»); Samuel R. Delany («Nova», «La intersección de Einstein»; William Gibson («Neuromante», «Conde Cero», «Mona lisa acelerada», «Quemando cromo», «Luz virtual»); Alasdair Gray («Un hacedor de historia»); Zenna Henderson («El libro del pueblo-Peregrinación»); Úrsula K. Le Guin («Los desposeídos» «El lugar del comienzo»); Kim Stanley Robinson («Marte rojo», «Marte verde», «Marte azul», «Antártida»; William Sloane («La república de los sabios»); Gore Vidal («Kalki», «Mesías»); Kurt Vonnegut («Las sirenas de Titán»); Gene Wolfe («La sombra del torturador», «La garra del conciliador», «La ciudadela de Autarca», «La urth del sol nuevo»); S. Fowler Wright («El mundo subterráneo»); John Wyndham («El día de los trífidos»). A estos se agregan, en aquel mismo catálogo, el italiano Ítalo Calvino («Las ciudades invisibles», «Las cosmicómicas», «Tiempo cero»), y el soviético Stanislav Lem («Solaris», «El invencible»). Aunque sea redundancia, agregaré lo siguiente: si menciono a todos los autores de este catálogo, es porque son excelentes y tengo la esperanza de que al menos alguien tenga la inquietud de leerlos.


Según una definición aportada por el italiano Franco Ferrini («Qué es verdaderamente la Ciencia-Ficción» Doncel, Madrid, 1971:6):
«…Toda historia de ciencia-ficción contiene, por lo menos, un prodigio que parece no admitir más clave que el símbolo y la alucinación. Después, mediante un singular postulado, fantástico, pero no sobrenatural, improbable o imposible, acaba descifrándolo. La ficción organizada del tipo de la ciencia-ficción y hace nacer certidumbres que un proceso lógico y racional justifica e ilustra, exponiéndolos a la intervención de un juicio que los suprime y los reduce…».


Pero una definición verdaderamente completa del subgénero admitiría muchos más elementos, el principal de los cuales es la crítica en profundidad a los problemas de una sociedad y una época en las cuales esta clase de literatura se haya generado y difundido. Partiendo de predecesores tales como Clifford D. Simak, Donald Wandrei, Jack Williamson, Murray Leinster, John D. Clark y el propio Isaac Asimov, la Edad de Oro de la ciencia-ficción produjo talentos tan notables como A. E. van Vogt, L. Sprague de Camp, Lester del Rey, Henry Kuttner, Theodore Sturgeon, Robert Heinlein, Fritz Leiber, Alfred Bester, Fredric Brown, Bertram Chandler, Ursula K. LeGuin, Poul Anderson, Arthur C. Clarke, Robert Bloch (proveniente del ya mencionado Círculo Lovecraft), Jack Vance, Harlan Ellison, Larry Niven, Philip José Farmer, Robert Silverberg, Samuel R. Delany, Roger Zelazny, Gordon R. Dickson, William Golding, George Stewart, Ray Bradbury, Philip K. Dick, Howard Fast, Anthony Burgess, J. G. Ballard, Richard Matheson, George Langelaan, Italo Calvino, Francis Carsac, Angélica Gorodischer y Brian Aldiss.


Pese a que en gran medida la literatura de ciencia-ficción se ha canalizado a través de cuentos, relatos breves (en ocasiones increíblemente breves, como el Dinosaurio de Monterroso) y guiones para el cine o la televisión, casi todos los autores mencionados han escrito novelas de cierto vuelo. Como ejemplos emblemáticos baste mencionar «A Clockwork Orange» («La naranja mecánica») de Burgess; «The Drowned World» («El mundo sumergido») de Ballard; «2001 a Space Oddyssey» («2001, Odisea del espacio») y «Childhood´s End» («El fin de la infancia») de Clarke; o «I’m a Legend» («Soy leyenda» y «Bid the Time Return» («Pide al tiempo que vuelva») de Richard Matheson, casi todas ellas adaptadas al cine con diverso éxito.

Cabría agregar, a propósito de la ciencia-ficción y pretendiendo establecer algunos nuevos puntos de contacto con lo que es el periodismo, que, gracias a la extensa serie de dramáticos adelantos tecnológicos que la civilización ha experimentado en el transcurso de las últimas dos décadas, hoy día se vive una realidad que en muchos aspectos parecería estar muy cercana de aquellos «futuros previsibles» que tan prolíficamente consiguieron describir muchos de los entusiastas autores de la llamada Época de Oro de este subgénero literario. Como consecuencia de ello, corresponde al periodismo la tarea de efectuar el reporte diario sobre los hechos extraordinarios que acontecen en este mundo donde algunas de las mejores ficciones y fantasías de los años 30, 40 y 50 resultan, como parte del paisaje y la rutina, harto habituales y conocidas.



En cuanto tiene que ver con películas, las de ciencia-ficción abundan, pero raramente figuran entre las preferidas por los críticos, muy posiblemente porque son v erdaderamente escasas las adaptaciones —y muchas menos aun las adaptaciones acertadas— de las grandes novelas de este subgénero, salvo algunas decorosas excepciones, como han sido 2001 A SPACE ODYSSEY (sobre un relato de Arthur C. Clarke y rodada en 1968 bajo la dirección de Stanley Kubrick); SOYLENT GREEN (basada en la novela MAKE ROOM! MAKE ROOM!, de Harry Harrison y dirigida por Richard Fleischer en 1973); BLADE RUNNER (inspirada en una novela de Philip K. Dick, DO ANDROIDS DREAM OF ELECTRIC SHEEP?, y rodada en 1982 bajo la dirección de Ridley Scott); o TOTAL RECALL (basada en un relato de Philip K. Dick y dirigida en 1990 por Paul Verhoeven). Por lo general, las películas de SF (abreviatura correspondiente a SCIENCE-FICTION) que cuentan con mayor éxito de púyblico y taquilla, suelen ser escritas por guionistas profesionales de Hollywood, en tanto las adaptaciones de las novelas escritas por autores renombrados del súbgenero resultan, es forzoso reiterarlo, casi siempre bastante mediocres.



Resulta inevitable destacar aquí que la mayor difusión del subgénero se ha conseguido siempre fuera del libro. Primero fue a través de revistas especializadas. Más adelante, por medio de series de televisión o películas. Por regla general y salvo honrosas excepciones, como THE TWILIGHT ZONE o la última etapa de THE OUTER LIMITS, las series televisivas han producido unos relatos de ciencia ficción muy flojos. Y algo por el estilo ha sucedido con el cine, donde se han mezclado horrorosos productos de segunda o tercera categoría y pésimas adaptaciones de novelas famosas (un ejemplo claro lo constituye la versión de «Fahrenheit 451», dirigida en 1966 ni más ni menos que por Francois Truffaut). Sin embargo, ya fuese por adaptación de algunos notables relatos publicados o por obra y gracia de algunos talentosos guionistas, el cine de Sci-Fi produjo algunas películas verdaderamente notables, que son de refderencia obligada para todos quienes se interesen de alguna manera en el género.



Entre las mejores películas de guión pueden citarse, como ejemplos destacados y partiendo de la mítica «Metrópolis» (dirigida en 1926 por Fritz Lang), muchas otras cintas. Para ejemplo, valgan las siguientes: «Barbarella» (dirigida por Roger Vadim en 1968); «Rollerball» (dirigida en 1975 por Norman Jewison); «Close Encounters of the Third Kind» (dirigida en 1977 por Steven Spielberg); «Alien» (dirigida por Ridley Scott en 1979); «Star Trek-The Motion Picture» (dirigida por Robert Wise en 1979); «Flash Gordon» (dirigida por Mike Hodges en 1980); «The Thing» (dirigida por John Carpenter en 1982); «E.T. the Extra-Terrestrial» (dirigida por Steven Spielberg en 1983); «Return of the Jedi» (dirigida en 1983 por Richard Marquand); «Terminator» (dirigida por James Cameron en 1984); «Aliens» (dirigida por James Cameron en 1986); «The Hidden» (dirigida por Jack Sholder en 1987); «Alien Nation» (dirigida por Graham Baker en 1988); «Alien 3» (dirigida por David Fincher en 1993); «The Astronaut´s Wife» (dirigida por Rand Ravich en 1999); «Mission to Mars» (dirigida por Brian De Palma en 2000); «Red Planet» (dirigida por Anthony Hoffman en 2000); «K-Pax» (dirigida por Mike Figgis en 2002); «Signs» (dirigida por M. Night Shyamalan en 2002); «Terminator 3, the Rise of the Machine» (dirigida por Jonathan Mostow en 2003). Mayor información sobre este tema puede encontrarse en las obras que se citan a continuación: THE FILM ENCYCLOPEDIA, de Ephaim Katz (Harper & Row, New York, 1990); ROGER EBERT’S MOVIE HOME COMPANION (Universal Press Syndicate Company, Kansas City, 1992); 5001 NIGHTS AT THE MOVIES, de Pauline Kael (Henry Holt and Company Inc., New York, 1991); THE ENCYCLOPEDIA OF FILM, de James Mónaco y los editores de BASELINE (The Putnam Publishing Group, New York, 1991); HALLIWELL’S FILM GUIDE 7TH EDITION, de Leslie Halliwell (Harper & Row Publishers, London, 1990); VIDEO MOVIE GUIDE, de Mick Martin y Marsha Porter (Ballatine Books, New York, 1994); LEONARD MALTIN’S 1997 MOVIE & VIDEO GUIDE (Penguin Books USA Inc., New York, 1997); VIDEO HOUND’S GOLDEN MOVIE RETRIEVER (Visible Ink Press, Detroit)… Etcétera.